No hay mayor culpa que saber que eres la razón por la que tu mejor amigo está muerto… excepto quizás la culpa de enamorarte de su prometido.
Temple huyó de Hadley Cove hace dos años, perseguido por los remordimientos y las duras palabras de culpabilidad de Vik. Ha vuelto, esperando más hostilidad del amante de su mejor amigo muerto. En cambio, encuentra compasión, disculpas y una atracción recíproca.
En algún lugar entre el dolor y la pérdida se encuentra la esperanza y la sanación, pero ¿puede ser real lo que está floreciendo entre ellos?
¿Quiere Temple que lo sea?
Tras la muerte de un miembro de su equipo, todo lo que Roman quiere es un lugar tranquilo para relajarse. Por eso se dirige a la cabaña que no ha visitado en años. Esperaba algo de polvo y algunas telarañas, no un extraño durmiendo en su cama.
Tate Galvin sólo quiere pasar desapercibido tras el escándalo de haber sido expuesto públicamente. La cabaña de su mentor es el lugar perfecto… hasta que abre los ojos y encuentra dos pistolas apuntando a su cabeza.
Una confusión los tiene encerrados en la nieve sin nadie con quien hablar más que con el otro y sin nada que hacer más que ceder cuando la atracción resulta demasiado intensa para ignorarla. Pero la nieve acaba por derretirse y el fuego se apaga solo. ¿Qué le queda a un hombre reacio al compromiso y a otro cuyo corazón ya pertenece a un poder superior?
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