Edra no se movió, si bien desvió los ojos del desconocido y miró al frente.
—No sé qué haya desconocidos en Stamford —dijo molesta.
Siguieron adelante.
Felipe las perdió de vista y giró en redondo. Bonito cuerpo. Bonitos ojos verdes, hermoso pelo. La morena no. La chica de labios gordezuelos, que vestía un traje de chaqueta de hilo blanco. Que se cimbreaba sobre unos altos tacones. ¿Años? Pocos. Veinte a lo sumo.
Sonrió sarcástico.
Era la primera vez que una mujer lo impresionaba
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