Curioso cuento publicado en 1830. Bartolomé Belvidéro, riquísimo nonagenario, está acabando su vida mientras su hijo Juan, en el mismo palacio, se divierte con amigos y cortesanas. El viejo hace llamar a su hijo, y le enseña un pequeño frasco que durante mucho tiempo ha guardado escondido; siente que se aproxima su fin, y le pide que, apenas haya exhalado el último suspiro, le eche por la espalda todo el líquido que contenga, después de lo cual, resucitará.
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