La Iglesia Católica nos advirtió sobre la posesión demoníaca.
Nos enseñaron a no jugar con la brujería, o abriremos una puerta que luego no podremos cerrar. Una puerta que permitirá entrar a los espíritus y demonios en nuestras vidas.
Entonces, cuando me sentí atraída hacia la brujería para encontrar protección contra mi abusador, hice lo mejor que pude para protegerme de cualquier mal. Mi enfoque era la protección, y mis hechizos eran simples. Llamé a mis ancestros y a los espíritus guías para que me protegieran.
No fue suficiente.
En vez de eso, algo traicionero y profano respondió a mi llamada. Una entidad demoniaca, empeñada en poseerme.
El demonio está ofreciéndome todo lo que quiero y necesito, y, con cada día que pasa, se vuelve más difícil negarlo.
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